Futuro, ética, robotización y digitalización. Estela Martín Estebaranz, periodista & abogada, entrevista a Luis Pardo Céspedes, CEO de Sage, sobre su nuevo libro «Viaje al centro del humanismo digital».

Éstas son algunas de las reflexiones de Luis Pardo:

  • El antídoto a la agonía del zombieness (empresas «muertos vivientes») es el liderazgo, en cualquier nivel, en cualquier tipo de negocio. Ese liderazgo debe innovar y ser tractor de la transformación y el cambio. Personas capaces de mirar al futuro con optimismo e inspirar a los demás para ir hacia allá.
  • Las empresas requieren perfiles capaces de ampliar la perspectiva y hacer análisis a largo plazo desde diferentes ángulos.
  • La dimensión ética y humanista cobra más importancia que nunca. El aumento de nuestras capacidades trae aparejada la exigencia de utilizar la tecnología para el bien. Nuestras decisiones en el futuro inmediato serán más determinantes que nunca.
  • Estar llenos de vida es tener una predisposición al cambio, parecida a la de un niño que comienza, abierto a cualquier novedad, dispuesto a asombrarse, a conmoverse, con los prejuicios justos y preñados de humildad.

Pregunta: Recuerda en su libro que “el mercado sigue una lógica darwiniana, es decir, sobrevive el que mejor se adapta a sus cambios”. ¿Estamos llegando tarde a la digitalización y robotización y esto nos va a pasar factura?

Luis Pardo Céspedes. En el libro también señalo que de las empresas más importantes del mundo de hace 50 años solo sobreviven hoy el 18%. Desde luego ignorar la innovación, la digitalización y llegar tarde en ambas actividades pasa factura, pero nadie puede decir dónde y cuándo está exactamente el punto de no retorno.

La historia debe recordarnos de dónde venimos y así ayudar a prepararnos mejor para el presente y el futuro. En España llegamos tarde a las dos primeras revoluciones industriales, la del carbón y la de la energía eléctrica.

Con algunas excepciones, este retraso nos convirtió en un país menos competitivo y aislado hasta bien entrado el siglo XX. Luego tuvimos una excelente reacción, pero eran otros tiempos, más analógicos y pausados que daban margen a actuar. Ahora no debemos permitirnos perder el tren de otra revolución, la digital.

El big data, blockchain, cloud computing o artificial intelligence (IA) son tecnologías incipientes y que tienen un enorme potencial en creación de empleo y de riqueza.

En España hay compañías medianas y pequeñas que están haciendo muy bien las cosas pero tienen poco apoyo en su viaje digital. Solo una minoría de las grandes empresas españolas, algunas representadas en el Ibex-35, son líderes en innovación tecnológica, por lo que nuestra participación internacional en la transferencia de conocimiento y la innovación es menor.

Esto debe alertarnos, tanto a empresas como a los profesionales, y por supuesto al Gobierno. Estamos en un momento de cambio de ciclo, donde habrá países con curvas descendentes y otros ascendentes. Si queremos estar en la curva positiva, entonces juntos debemos invertir y acelerar la innovación y digitalización de nuestro tejido empresarial y social que nos posibilite tener un futuro mejor.

P. ¿Somos realmente conscientes de que el «Homo analogicus» ha dado paso al «Homo digitalis», con todo lo que eso conlleva?

L.P.C.: Como en todo gran hito de transformación tecnológica, la realidad se transforma y el contexto en el que nos movemos ya no es el mismo.

Ya lo decía el filósofo griego Heráclito “Nadie se baña en el río dos veces porque todo cambia en el río y en el que se baña”. Incluso aunque intentáramos volver atrás, las condiciones nunca serán las mismas que en el pasado.

En el ínterin, algunos no pueden o no quieren darse por enterados, se producen resistencias y adhesiones entusiastas, es natural. Cada persona hará las sumas y las restas y decidirá qué le conviene más, si resistirse al cambio e ir sobreviviendo o asumir que la vida es adaptación, que depende de nosotros abrazar el cambio, conocer y dominar la tecnología para ponerla a nuestro servicio, y no al revés.

Es deseable que el ser humano siga siendo humano, pero definitivamente será muy distinto. Cuanto antes seamos conscientes, mejor podremos controlar las consecuencias.

P: Sostiene en su libro que “el cyborg más importante del mundo somos cada uno de nosotros mismos”? ¿En qué se traduce esto y qué implicaciones tiene?

L.P.C. Por supuesto. El cyborg es un ser formado por materia orgánica y dispositivos tecnológicos. Y mientras usted lee esto, seguro que tiene al alcance de su mano un smartphone. Usted, es el ser orgánico y su smartphone el dispositivo. Usted, aunque no lleve injertado su smartphone y sus aplicaciones, por ahora, ya es un cyborg.

El concepto cibernético significa que todas nuestras capacidades se incrementan de manera exponencial gracias a la tecnología. Así, gracias estos dispositivos y software, podemos orientarnos mejor en una ciudad, comunicarnos, organizar nuestras agendas, recordar acontecimientos, acceder y compartir información y un sinfín de actividades que optimizan nuestras capacidades.

Todo el poder de nuestro pensamiento, de nuestra voluntad, de nuestro afán por transformar el medio en el que crecemos para alcanzar cotas más altas de bienestar se multiplica. Como decía el escritor Stan Lee a través de uno de sus personajes: «Un gran poder conlleva una gran responsabilidad».

Es aquí cuando la dimensión ética y humanista cobra más importancia que nunca. El aumento de nuestras capacidades trae aparejada la exigencia de utilizar la tecnología para el bien. Nuestras decisiones en el futuro inmediato serán más determinantes que nunca.

P:. Advierte en el libro del problema de convertirse en una empresa zombieness. ¿Qué tipo de empresas son más susceptibles de convertirse en negocios zombieness?

L.P.C. Cualquier empresa u organización en cualquier ámbito puede ser zombieness. Al fin y al cabo se trata de una actitud que afecta a las personas y por ello es una afección transversal.

Antes hablábamos de que el punto de no retorno en las empresas que se resisten a cambiar puede estar más próximo o más alejado, pero lo que es seguro es que llegará y caerá como la espada de Damocles.

En la lógica de la competitividad dentro de una economía de mercado cada vez más interrelacionada resistirse al cambio tiene fecha de caducidad. Los propios stakeholders, entre ellos los mismos clientes, van más rápido que las empresas, y si desde ellas no aportamos las soluciones que se demandan, las buscarán en otro lugar o las crearán ellos mismos.

El antídoto a la agonía del zombieness es el liderazgo, en cualquier nivel, en cualquier tipo de negocio. Ese liderazgo debe innovar y ser tractor de la transformación y el cambio. Personas capaces de mirar al futuro con optimismo e inspirar a los demás para ir hacia allá.

Y por cierto, habrá que invertir y asumir ciertos riesgos, porque, en esta revolución 4.0, que se distingue del resto por su velocidad, siempre es mayor la oportunidad del cambio y a su vez siempre mayor el riesgo de permanecer inmóvil.

P:. Dice en su libro que “en el mundo digital no valen los estados intermedios; hay que estar lleno de vida”. ¿Cómo hay que afrontar esto tanto en el plano profesional como el personal?

L.P.C.: Me baso en el principio de que la vida siempre es mejor si hay progreso, de la índole que sea y según lo que crea cada uno.

Cuando hablas con los que saben de esto, los líderes no de boquilla sino que realmente han transformado sus organizaciones y sus negocios, o su propia vida, te convences de que sin pasión en el trabajo, en el ocio o en nuestras relaciones personales, la vida se ve muy limitada y todo cuesta mucho más.

Estar llenos de vida es tener una predisposición al cambio, parecida a la de un niño que comienza, abierto a cualquier novedad, dispuesto a asombrarse, a conmoverse, con los prejuicios justos y preñados de humildad. Este es el tipo de persona que más se aproxima a vivir una vida buena y el tipo de profesional y directivo que mejor sabrá y querrá adaptarse a los cambios de la revolución digital.

P.: Digitalización, robots, gestión del cambio en las empresas… ¿Qué papel juega la ética en todo este proceso? ¿Cree que realmente se le está dando en las empresas y en la sociedad la importancia que debería a los aspectos éticos y humanistas?

L.P.C.: Asistimos a una reactivación de preguntas y dilemas éticos vitales, siempre latentes, nunca resueltos del todo. Tras las últimas décadas satisfechas del siglo XX, hemos entrado en un contexto incierto y volátil que nos mueve a la introspección en busca de respuestas. Hay un interés claro en reformular quiénes somos, para qué estamos aquí y qué nos cabe esperar.

Probablemente nunca tendremos respuestas completas sino tan solo parciales, y no puede ser de otra forma. Esa condición es la que nos ayuda a permanecer alerta y, en un momento dado, ayudar a resituarnos para no perder el rumbo.

Las empresas y la sociedad cada vez son más conscientes de que la ética es el asidero y la herramienta que nos ayudará a tomar decisiones insoslayables y cruciales. Un ejemplo son las decisiones éticas con las que está lidiando la industria del automóvil a cuenta de la introducción de algoritmos en el coche autónomo.

Cuando no hay salida a una colisión, el software debe decidir cuál es la alternativa, si atropellar a la persona que circula o perjudicar al pasajero del propio coche, dependiendo de las circunstancias y calibrando las consecuencias, el vehículo deberá decidir incluyendo criterios éticos.

Las empresas requieren perfiles capaces de ampliar la perspectiva y hacer análisis a largo plazo desde diferentes ángulos. Para eso son indispensables las disciplinas humanísticas orientadas al análisis y resolución práctica de problemas en las empresas. Las universidades y los centros de conocimiento tienen mucho que decir ahí.

Los empresarios y gestores también tenemos el deber de saber comunicar bien esas necesidades y apostar por diversificar nuestros equipos humanos.

P.: Estamos en un momento en el que conviven tres realidades paralelas: el empleo que va a desaparecer, el que se va a transformar y el que se va a crear. ¿De qué manera tienen que afrontar esto tanto las empresas como los profesionales?

L.P.C.: Aunque la mayoría de los estudios apuntan que los trabajos de baja cualificación serán los primeros que van a desaparecer, no está claro del todo cuándo pasará.

No tanto porque la tecnología actual no sea capaz de mecanizar y automatizar buena parte de ellos, sino por el coste de inversión que supone así como por otras dependencias, desde el mantenimiento de la paz mediante la estabilidad en forma de empleo a la ampliación de vida de ciertas industrias energéticas mientras se transforma el negocio y las infraestructuras, pasando por la capacidad de cambiar con rapidez el marco legal y jurídico que conformen un entorno seguro.

Sin embargo, la cantidad de tiempo y recursos que dediquemos a formarnos, a conocer más, a perfeccionar nuestras habilidades, repercutirá directa y positivamente en nuestras oportunidades de empleo.

Probablemente la mayoría de las necesidades humanas seguirán siendo las mismas durante mucho tiempo y por lo tanto seguiremos ocupados en la creación de productos y en la prestación de servicios. Si lo hacemos directamente o por la intermediación de una plataforma o un robot, no será tan importante como saber que tendremos que manejarnos con datos.

Todos los trabajos, tarde o temprano, requerirán recabar datos, manejarlos, convertirlos en información y utilizarlos para tomar decisiones. De eso va la transformación digital y hacia eso se tienen que orientar los planes estratégicos de recursos humanos de las empresas, captando talento o formándolo dentro, componiendo equipos multidisciplinares que aúnen pericia técnica y capacidad analítica.

En la segunda son cruciales las matemáticas, pero también la filosofía y las humanidades en general. Por muchos datos que atesoremos, los intangibles e imponderables siempre estarán presentes y ahí las disciplinas humanísticas tienen mucho que aportar.

P.: ¿Qué les diría a aquellos que piensan que hay más riesgos que oportunidades en las nuevas tecnologías, procesos de digitalización, robotización…?

L.P.C.: Les diría que sí, que hay riesgos. Los hay desde el mismo momento en que nacemos. Somos vulnerables y estamos conformados por millones de años de evolución que nos predisponen a protegernos de amenazas más o menos tangibles.

Ante esta realidad se trata de responder como siempre ha respondido el ser humano, rebelándose contra su condición, afirmando que somos algo más que nuestros instintos, que tenemos la capacidad de diseccionar y racionalizar la realidad para progresar y beneficiarnos.

La revolución tecnológica tan solo renueva este desafío y nosotros podemos tomarla por las riendas o abandonarnos a ella. No importan tanto los riesgos que puedan existir sino cómo queremos afrontarlos. Riesgos y oportunidades son exactamente lo mismo y si decimos que hay muchos riesgos es porque hay muchas oportunidades.

La clave es nuestra disposición y esta no es innata, se entrena mediante el esfuerzo, el aprendizaje y la experimentación.

Además les diría que estudien y hablen con todas las personas posibles que sí han sabido capitalizar las oportunidades, apoyados por la tecnología. Se quedarán fascinados. Ninguna generación ha tenido tantas oportunidades como esta.

P.:Finalmente, ¿por qué todos los profesionales, sea cual sea su edad o situación profesional, deberían leer su libro?

L.P.C.: Una buena razón es que sirve como inspiración. Tienes ejemplos prácticos de personas y empresas reales que han pasado por este cambio de transformación digital, ética y humana y que han captado todo su potencial. Estaría muy agradecido si lo leyeran muchas personas y pudieran extraer algunas ideas valiosas para ellas mismas.

Mi libro además es una invitación para seguir estudiando y leyendo, para descubrir a pensadores clave que profundizan en los temas que yo trato en él. Al final se trata de eso, de aprovechar la lectura de libros para dejar tiempo a la reflexión sosegada.

Estoy convencido de que la revolución tecnológica alberga un gran potencial benéfico, pero es cierto que la velocidad detenta esa cualidad ambivalente: para muchas tareas y fines multiplica nuestras capacidades, pero para el discurrir mental, pausado y productivo, el cerebro humano todavía nos demanda leer libros como este.

RECORDATORIO: El próximo 2 de julio, en el Impact Hub Alameda de Madrid, Luis Pardo Céspedes presenta su libro «Viaje al centro del humanismo digital». Inscríbete aquí (asistencia gratuita).